Nigromantes


Desprecio a los poetas que hacen tareas de forense, que pasan los días y días rodeados de libros escritos por autores muertos, en casas que son como tanatorios, entre inciensos y olor a claveles. Un escritor podría ser como un médico, que lucha para mejorar la vida, ¿por qué entonces algunos se empeñan en ser peritos forenses, en vez de parteros?, ¿por qué gastan su ingenio en disecciones y autopsias, en vez de buscar mayores líbidos y fecundidades?
Rechazo a los poetas oscuros en pos de los poetas dionisíacos, viriles, esos que salen a correr descalzos al lado del mar, esos que bailan alrededor del fuego, esos que se bañan en vino, que ríen a carcajadas en el medio de la orgía… Mi admiración por la literatura de Borges sólo es superada por mi desprecio a Borges, ese viejo ciego, prejuicioso y cobarde, ese infeliz que no sabía vivir. Del mismo modo amo y odio a Kafka, a Lovecraft, a Pizarnik, grandes creadores de signos, pero inadaptados para la vida. No entiendo como su genialidad no llenaba de energía sus propios actos, no entiendo como su arte no les daba felicidad. Por personajes como ellos es que desconfío de la literatura y termino pensando que la literatura es una cosa y la vida va por otro lado.
Pero luego veo a Lord Byron, que dejó los lujos de su mansión y se fue a morir en una guerra en Grecia; o veo a Rodolfo Walsh, que luchó por sus palabras y murió a los balazos; veo a Hemingway, que fue héroe de guerra, pendenciero, mujeriego y borracho; veo a Horacio Quiroga que amó la selva y vivió como un salvaje; y veo al gran Rimbaud, que revolucionó las letras y luego dijo “la poesía solo sirve para empapelar los cuartos de baño”, para abandonarlo todo y marchar al África, a vivir y morir como mercenario y traficante de armas… ¡Así quiero morir yo!, como un maldito, como un perro salvaje, no como un viejo amanerado en su bacinilla, no como un obeso refinado, con bata de seda, recorriendo los anaqueles de cedro de su biblioteca, ¡no!, cualquier cosa menos eso, morir entre libros, ¡qué imagen patética!, quiero morir en la calle, en el mar, en medio de un huracán… que al dios que me haya creado le cueste trabajo sacarme de aquí. Quiero morir con los pies bien hundidos en el barro, siendo parte del mundo, de sus regocijos o miserias, pero como actor de mis palabras, no un mero hablador…
Desprecio a los que literaturizan la literatura, los que hacen laberintos de signos y construyen castillos de palabras sobre palabras, como apilando naipes. Tanto en la vida como en la literatura no estamos “porque sí”, escribimos o vivimos por una razón, hay un sentido oculto detrás de cada significante. Los seres que se limitan a llenar con líneas negras cientos de hojas blancas, como quienes viven gastando el aire y acumulando grasas, no son más que acólitos de la muerte, porque quien no vino a este mundo a crear, a regenerar la vida, no hace más que alimentar la oscuridad y el olvido.

–Yo repudio a los poetas oscuros, que adoran reproducir las voces de antiguos muertos, del mismo modo que repudio a todos esos seres que creen que la vida es pasar el tiempo, sin más sentido que esperar la muerte



Rodrigo Conde


Comentarios

Entradas populares